Cada vez que se habla de la pedofilia presente en la literatura, a todos se nos viene a la cabeza la famosa obra de Nabokov. Pero me gustaría analizar algunos ejemplos más antes de hablar de Lolita. También, aclarar que escribir sobre este tema no tiene por que ser reprochable, siempre y cuando se haga desde un punto de vista crítico o con intención de advertir o formar a la población.
El caso del que menos se habla es el de André Aciman, autor de la famosísima novela, Llámame por tu nombre. Aciman no escribe directamente sobre pedofilia en sus libros, pero sí muestra relaciones entre personajes con una gran diferencia de edad. Esto podría parecer algo anecdótico o no criticable, si no fuera porque, por regla general, las relaciones entre personas de diferentes edades suelen estar basadas en dinámicas de poder. Personalmente, me leí tanto Llámame por tu nombre, como Encuéntrame (Una supuesta segunda parte del primer libro mencionado que solo es una excusa para sacarte dinero tras el éxito de la adaptación al cine de la primera, pero que en realidad solo se dedica a describir relaciones «amorosas» sin sentido, sin chispa, cayendo en el cliché del insta love entre personas que se llevan más de treinta años)
Pero el principal problema que tengo con André Aciman, y lo que me convenció a no volver comprar ningún libro suyo, fueron unas polémicas (por no decir vomitivas) declaraciones en las que hablaba con total impunidad y orgullo sobre sus sentimientos hacia niñas menores de edad.
El otro día, conversando con un amigo, le dije «Veo a niñas de 12 años y las encuentro atractivas», y él me dijo «yo también, pero no puedes hablar de ello». Y yo respondí «no, nunca». Porque si hablas de ello, eres casi culpable de ello. Yo no cometo el acto, pero no tienes ni idea de las ideas escabrosas y asquerosas que a todos se nos pasan por la cabeza.
André Aciman
Otro caso muy llamativo, y del que creo que es importante hablar, es el de Anne Rice en su saga, no tan conocida, Las brujas de Mayfair. La lectura del primer libro nos cuenta la apasionante historia de una estirpe de brujas, desde su origen a su última miembro; quien, tras criarse alejada de la familia Mayfair, descubre todo el legado que le corresponde tras la muerte de su madre biológica. En este primer volumen podemos presenciar algunos actos de incesto, y abuso de menores que forman parte de otras épocas pasadas y más crudas. Pero en el segundo libro de la trilogía, nos tocará ser testigos de una relación sexual entre una niña de trece años y un hombre que roza los cincuenta. Y lo peor, y lo que más me decepcionó de la autora, es que pone a la niña como la típica nínfula que busca al hombre maduro y lo seduce. Con la excusa de que la niña es mucho más «madura» de lo que corresponde a su edad, la autora se toma la libertad de presentar a una niña víctima de abusos sexuales, como la culpable. Como si ella quisiera, como si ella tuviera capacidad para manipular a un hombre mucho más mayor y fuerte que ella. Y aun en el caso de así fuera, el hombre seguiría siendo el responsable, ya que es quien tiene que tener la madurez mental como para evitar ese tipo de actos con personas que todavía no están capacitadas psicológicamente para decir al cien por cien lo que quieren hacer y hasta donde quieren llegar. Un cosa es que dos niños de trece años experimenten y descubran juntos la sexualidad; y otra muy diferente, que un adulto se aproveche de una menor.
Y por último, hablemos de la famosísima novela, Lolita, de Vladimir Nabokov. Lolita nos cuenta la historia de Humbert Humbert, un pedófilo que se obsesiona con una niña y es capaz de cualquier cosa con tal de estar cerca de ella y poseerla. La novela fue tremendamente controversial en su época, y lo sigue siendo hoy en día. Es una novela incómoda, desagradable, que está ahí para removerte por dentro y crear indignación en el lector. Lolita está escrita desde el punto de vista del pedófilo, te muestra sus sentimientos, sus pensamientos, fantasías, y eres testigo de la forma enfermiza en la que se justifica, incluso llegando a acusar a las niñas de ser unas depredadoras sexuales. Pero lo bueno es que nunca justifica el acto, tan solo lo muestra. El lector es consciente en todo momento de que lo que está presenciando está mal. Y con un análisis simple podemos darnos cuenta de que Lolita es una víctima que no sabe como reaccionar ante las situaciones que está viviendo. Por lo que concluyo que el autor más polémico, y el que más odio acarrea a lo largo de las décadas, fue el que supo tratar el tema y pudo hacer una potente crítica que moviese a todo el mundo, lo que convirtió a Lolita en el clásico moderno que es hoy en día.